Un tipo fue a visitar a su amigo y vecino japonés que había sido víctima de un grave accidente automovilístico. Estaba en la UCI.
Al llegar encontró al nipón todo entubado. Un tubo por aquí, un tubo por allá… Cables por todas partes.
Se quedó allí parado, en silencio, al lado de la cama del amigo de ojitos rasgados, que se hallaba sereno y reposando con todas aquellas mangueras conectadas
a su frágil cuerpo. De repente, en un momento dado, el japonés despierta y con los ojos casi fuera de órbita, grita:
- ¡ SAKARO AOTA NAKAMY ANYOBA, SUSHI MASHUTA!
Dicho esto, suspiró y pasó a mejor vida.
Las últimas palabras de su amigo muerto, quedaron grabadas en la mente de nuestro protagonista. En el funeral del japonés, el individuo en cuestión se
aproximó a la madre y a la viuda y les dijo abrazándolas:
- Señora Fumiko y señora Shakita, nuestro querido Fuyiro, segundos antes de su fallecimiento, me dijo estas palabras que no consigo olvidar: ” ¡ SAKARO
AOTA NAKAMY ANYOBA, SUSHI MASHUTA!” Y no sé qué quieren decir.
La madre de Fuyiro se desmayó casi al instante, y la viuda miró asustada al vecino.
El tipo insiste:
- ¿Qué quieren decir esas palabras, señora Shakita.
La viuda lo miró con rabia y respondió:
- "¡NO PISES LA MANGUERA DEL OXÍGENO, ANIMAL!
Una bella mujer joven sale de la ducha, se envuelve con una toalla yavisa a su marido que ya puede ducharse. Cuando él entra en la ducha suena el timbre de la puerta. La esposa le dice que ella abre, y baja a abrir la puerta envuelta en la toalla.
Al abrir la puerta se encuentra a su vecino Antonio, quien se queda sin palabras ante la visión que le ofrece la señora. Entonces, él saca dos billetes nuevecitos de 100 euros y le dice a ella que son suyos si deja caer la toalla hasta la cintura.
Ella piensa, "¿por qué no?", de modo que deja caer la toalla y deja sus senos al descubierto , entonces coge el dinero. Antonio jadea ante lo que ve; saca prontamente otros 200 euros y se los ofrece por dejar caer la toalla hasta el suelo para ver todo el asunto. La mujer piensa que ya había llegado bastante lejos, así que no le importaba hacerlo, y deja caer la toalla al suelo enseñando su precioso cuerpo. Antonio la contempla un momento, le da las gracias y se va.
Cuando ella sube de nuevo, su marido que acababa de salir de la ducha, le pregunta que quién había llamado a la puerta.
Ella contesta:
- Era nuestro vecino Antonio.
- ¿Y ha traído los 400 euros que me debe? - pregunta el marid