Fuente: www.lavozdegalicia.es
CRÓNICA | Los peligros de la pesca en costas escarpadas
Cuando las rocas traicionan
Dos recientes accidentes en Camariñas y Ortigueira ponen sobre la mesa el problema de seguridad de los pescadores aficionados: las olas no sólo se llevan vidas en alta mar.
Los dos últimos puñetazos del mar fueron en Camariñas y Ortigueira hace apenas unos días. Las situaciones, calcadas: el aficionado a la pesca agarra la caña, como cada fin de semana, y se va a ese rincón rocoso de la costa que conoce como la palma de la mano, de donde siempre vuelve con alguna delicatessen que saboreará en la mesa con la familia. Pero el mar no tiene amigos: ni siquiera los de toda la vida. Un pie apoyado en el lugar equivocado, una ola repentina y vigorosa. Y después, el final trágico. Ocurre con frecuencia, más de la que cabe imaginar. A lo largo del pasado año, los servicios de Salvamento Marítimo sacaron de aguas gallegas once cadáveres. Eran de pescadores aficionados, furtivos profesionales o a tiempo parcial y accidentados en el escarpado limbo de un acantilado. En el mismo período, otras dos personas se dieron por desaparecidas después de una búsqueda infructuosa por tierra, mar y aire.
En esa moneda al aire que es un resbalón en según qué sitios, a cinco personas les sonrió la fortuna durante el año 2003 y fueron rescatadas con vida. Seguridad Los servicios de emergencia apelan a las medidas de autoprotección y al seguimiento de una serie de rutinas para evitar situaciones de las que, como la realidad demuestra obstinadamente, no está libre el pescador más experimentado ni el aficionado más vigoroso. El atuendo es un factor clave: algunas de las prendas utilizadas tradicionalmente, como las botas de caña alta, las zapatillas deportivas o las chaquetas de lana para combatir el frío en invierno, se convierten en lastres en caso de hombre al agua. Por el contrario, los trajes de neopreno, los botines de suela de goma y el chaleco salvavidas evitan el hundimiento y el grave problema de la hipotermia. Pero no garantizan la supervivencia en el arisco entorno de los peñascos. Pescar con buen estado de la mar, evitar la faena en solitario y renunciar a un exceso de carga alejan las posibilidades de diluir vidas en medio de las rocas.