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Pescando salmones en EEUU


tolopesco

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He tenido que viajar recientemente por motivos laborales a los Estados Unidos, concretamente a Michiana, la zona comprendida entre Míchigan e Indiana a orillas del Lago Míchigan: Oí que por allí había un río salmonero muy famoso, el St. Joseph. Se trata de una zona muy boscosa llena de ríos y lagos. La población que cuenta es católica y próspera, procedente de colonos irlandeses. A pesar de tratarse de una zona semiurbana con abundante población, así como industria y comercio, la naturaleza reclama constantemente mi atención, siendo el paisaje especialmente asombroso ahora en otoño con los bosques de hoja caduca cambiando sus tonalidades en diferentes escalas de color y tiempo. Los gansos, ardillas y ciervos son tan abundantes que se avistan continuamente desde el coche y sobre todo los mapaches. Estos desgraciadamente siembran de cadáveres los arcenes de las carreteras.

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Aquí el mes de octubre es plena temporada para la pesca del salmón: Los salmones de los Grandes Lagos con pesos sobre las 20 libras, abandonan sus zonas de caza habituales y remontan los grandes ríos como el St. Joseph, ramificándose luego por sus afluentes, hasta llegar al torrente perdido donde nacieron y allí buscar una zona arenosa apropiada, para desovar y morir. Para facilitar su subida por los ríos, algunas presas disponen, como también se puede ver alguna en Asturias, de “Salmon Ladders” o pozas formando escaleras para que el salmón pueda ir saltándolas y así superar el desnivel.

Siguiendo los consejos de aficionados locales conseguí primero mi licencia del Michigan Department of Natural Resources, 41 $ para todo el año. Es posible adquirir licencias diarias por unos 10 $, pero yo pensaba pescar mas de 4 días. Es de admirar la facilidad con la que se pueden comprar en los EEUU todo tipo de licencias de pesca o de caza en las tiendas y grandes almacenes, incluso los domingos. Yo compré la mía en el omnipresente Wall Mart.

Mi amigo Terry, gran pescador de mosca, me prestó sus vadeadores de repuesto, imprescindibles para esta pesca, durante toda mi estancia. Ya mis otros amigos locales, conocedores de donde me aprieta el zapato, me habían llevado mi primer sábado allí a visitar el famoso Cabelas en Dundee durante mi primer fin de semana allí. ¡Asombroso! Nada similar en España. Para imaginaros como es, pensad en un Hipermercado de los mas grandes; que solo vendiera caza y pesca, con las mejores marcas, y a precios de internet... Con grandes acuarios y estanques conteniendo todos los grandes peces locales y un almacén de cebos vivos enorme con grandes cubetas donde se pueden escoger y comprar todo tipo de cebos vivos, incluyendo variadísimas especies de peces cebo en cubetas con aireadores. Pero esto sería tema para otro artículo. El caso es que me había comprado a muy buen precio (80 $) una caña de spinning Cabelas de 9´5 pies de dos piezas para hilo de hasta 30 libras y señuelos de hasta 2 onzas, que pienso dedicar al lanzamiento de poppers y buldós de vuelta en casa y una monada de carrete Stradic 4000 (90 $), que para allí aún les parecía algo grande.

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Bien aconsejado, me dirigí durante mi primer domingo al Dowagiac River, un afluente del St. Joseph que me recordó mucho al Río Sella, con la ventaja de que se encuentra a unos 15 minutos de mi hotel en la ciudad de South Bend (también estuve viendo a los Irish en un partido de fútbol americano universitario). Hay allí una presa sin escalera que impide a los Salmones subir mas arriba y un pequeño parque público donde aparcar el coche y acceder al río. En Michigan hay muchos ríos y lagos, pero los accesos tienen sus complicaciones, ya que las tierras ribereñas tienen dueño y no pueden ser atravesadas. Debes utilizar accesos públicos, o bien conseguir permiso del propietario para aparcar y acceder, unas veces es gratis, pero otras veces tienes que ofrecerles unos pavos (5 a 10 $ está bien).

Llegué a eso de las 14:00 horas ya comido, localmente se come a las 12:00, a pesar de que me habían advertido que el salmón pica mucho mejor después de oscurecer. Pero quería conocer primero el río. Me aconsejaron que comenzara con "spinners", es decir con cucharillas, tipo Lucio, del tipo de las que vende la marca Mepps. Ni corto, ni perezoso me enfundo los “waders” y comienzo a vadear el Dowagiak de la presa hacia abajo con el agua por la cintura, a cañazo limpio. La corriente es fuerte en algunas zonas y el fondo irregular. Hay que andar con ojo de no caerse.

Nada mas empezar y en presencia de muy pocos pescadores, todos mosqueros, observo un joven con un equipamiento similar al mío, que viene en mi dirección por los rápidos, mientras arrastra como puede un Salmón de mas de 10 kilos ya colgado en el porta peces, también con el agua a la cintura y contra corriente. ¡Que dientes que tienen, y que feos que son los cabrones! Me empiezo a poner cachondo. ¡Ya me entendéis!.

Monté el carrete con línea trenzada amarilla de 20 libras, pero un líder corto de fluoro carbono de 8 libras, porque me han advertido que hay que trabajar así de fino. Lo primero que me doy cuenta, es que no hay manera de conservar limpia 30 segundos una cucharilla en un río de agua rápida que es una sopa de hojas. De hecho es la temporada y llueven hojas continuamente de los árboles. El sistema que me han recomendado es explorar las pozas y zonas idóneas con la cucharilla, lanzándola o mejor dejándola llevar por la corriente. El salmón no come durante el desove, me dicen, ni busca alimento alguno. Solo conseguiremos que alguno pique por instinto si le pasamos el señuelo por el morro. No obstante se espera también en el río a los Steal Heads, que son unos salmónidos oportunistas, de menor tamaño pero aún así buenos trofeos, que suben el río en pos de los salmones para comerse sus huevos. Observo varias picadas emocionantes a los pescadores de mosca pero al final, tras violentos saltos y carreras, todos logran escapar. Yo no tengo picadas. Debo aprender más sobre el río y desde luego cambiar de cebo, estas cucharillas recogen demasiadas hojas.

En mis siguientes visitas aprendo que aquí los pescadores no exploran a voleo, sino que son muy precisos tratando de poner los cebos justo en el metro cuadrado donde piensan que hay algunos salmones. El río se va llenando de salmones enormes y se los ve saltar o colear con mucha frecuencia. Me recomiendan que pruebe a pescarlos con yarn eggs, que es una imitación clásica de un huevo de salmón, realizada con una lanilla, aunque se consiguen ya preparadas con el anzuelo puesto y de todos los colores, que es lo que están usando casi exclusivamente mis vecinos los pescadores de mosca, según observo. Preparo varios aparejos con líderes cortos de 8 libras y 2 pelotillas de estas en línea o en paralelo. Las cametas deben de ser cortas, me dicen, de 50 centímetros o menos para que el plomo que se intercala las mantenga en el fondo de la corriente y no floten muy arriba. Por consejo de los locales, este plomo intercalado de barrita es muy ligero de unos 10 gramos para permitir que al tensar la línea se lo valla llevando la corriente, la idea es ir explorando “tap, tap, tap” tensando y soltando hilo para que la corriente presente el cebo de forma natural llegando al pez que permanece nadando estático en un punto de la misma.

Recorriendo el río paso al lado de un colega que mientras pesca, mantiene vivos a dos hermosos salmones, uno rosado y otro azul atados en el agua a una rama de la orilla.

Este aparejo va mejor, no recoge hojas ni se engancha, no obstante los anzuelos me resultan pequeños para las bocas que he visto. ¡Ellos sabrán!...

¡Por fin, picada! Algo vivo se mueve al otro lado de la línea. Indudablemente he enganchado un gran pez. La línea trenzada me transmite perfectamente su movimiento. No obstante pasa algo raro, el pez se resiste a abandonar el lugar en el que se encuentra, pero no huye ni pelea. Una y otra vez trato de alejarlo de su sitio ¡Ya lo vemos, está desovando, hay dos juntos! Terry, a mi lado, comenta muy risueño que el pez, obsesionado en el desove, no me está tomando muy en serio aún. Yo recordando todo el rato que mi línea tiene solamente 4 kilos de resistencia y el monstruo pesará unos 10 kilos, me mentalizo para una larga batalla. Finalmente mis esfuerzos por sacarlo de la playita donde se encuentra tienen un explosivo desenlace, dos carreras, varios saltos y coletazos. No me atrevo a cerrar más el freno. En el último salto el anzuelo vuela hacia mi cara como una bala, lo esquivo por instinto. ¡Mierda! Se ha ido.

Todavía engancho otro esa noche. Esta vez algo va mal desde el principio: Está robado por la cola. ¡Ese se irá! Ríe Terry. El pez tira como un toro. Está furioso. Me saca 50 metros de línea a pesar de que intento chapotear por el río siguiéndolo. ¡Se va a meter entre un árbol caído! Engancha la línea y escapa. Adrenalina a tope, le doy una patada al tronco.

La tarde siguiente me propongo no pescar mas a la “americana” y compro la línea de fluorocarbono mas gruesa que encuentro en la zona, de 16 libras que tampoco es para tanto, y unos mortíferos anzuelos Gamakatsu del 2. Preparo nuevos aparejos pero soy incapaz de transferir los huevos de lanilla a los nuevos anzuelos. Compro un botecito de cristal con “Auténticos huevos de salmón para cebo en aceite” que vienen varios en unas bolsitas de malla, supongo que para anzuelar todo junto. ¡Se van a enterar! Hoy no viene Terry, pero me ha pintado en un planito donde puedo encontrar un buen grupo.

Cuando me voy acercando veo un pescador allí. Me entretengo lanzando a ver si se mueve a otro sitio. Efectivamente viene en mi dirección. Lleva un “pedazo de salmón” que pasa con mucho de la media local. Por supuesto que se va del río, ya va cumplido por esta temporada el jodido. Me guiña un ojo y me suelta un localismo que no llego a pillar, mientras señala con la cabeza hacia el lugar de donde viene. Me dirijo hacia allí. Es una poza a un lado de una isleta en el río, protegida por una larga barra de arena, apenas cubierta por el agua y por tanto difícil de franquear para los salmones que encuentro esperándome en el lugar previsto: ¡No me lo puedo creer! En agua clara, observo una concentración de unos 20 salmones de tamaño parecido, pero monstruoso en cualquier caso. Algunos tan en la orilla que tienen el vientre en la arena y la aleta dorsal fuera del agua. ¡Que emoción! No siento las piernas, como Rambo. La escasa temperatura del agua tampoco ayuda. Pruebo primero con mis grasientas “Auténticas Huevas de Salmón”, sin que se produzca ningún resultado inmediato. Poco a poco les cojo las distancias y les voy colocando los huevos grasientos en el morro. Los ignoran, no están interesados en mis maravillosos huevos grasientos a 3 $ el frasquito. Como estoy corriente arriba, llego a golpearles los hipertrofiados hocicos con los saquitos de huevas apestosas que envuelven mis Gamakatsu: “tap, tap, tap”. Ni caso.

Reacciono: Cambio las despreciadas huevas por mi cucharilla Mepps favorita: La negra con pintas rojas. Parafraseando a Chiquito: ¡Adelaaanntel!. Ya con la cucharilla, y en vista de que tampoco logro interesarlos, me empiezo a pasar con ellos, vamos que les empiezo a “faltar”, les arreo en la cabeza, los robo de las aletas...lógicamente ya sin ninguna fe. El triple que llevan las Mepps solo pueden sacar un salmón de ese tamaño si está bien embocado. A todo esto ha anochecido y cuando enciendo mi linterna “de minero” observo que los cabrones ya no están en lo profundo de la poza, sino que siguiendo alguna llamada atávica, se aprestan a salvar la barra de arena a mis espaldas y se encuentran todos rodeando mis pies en poco mas de dos palmos de agua. Me daba un poco de acojono. No se porqué, no son pirañas. Pero de verlos así a mi alrededor, tocando mis botas.

Por un momento me salió el salvaje que llevo dentro, abrí mi ominosa navaja fileteadora noruega de hoja superlarga y comencé a evaluar la forma de pinchar uno, este rojillo mismo que me está rozando la bota con la cola, y sacarlo del agua como un oso. ¿Habrá alguien mirando?.

Como en los dibujos animados, afortunadamente para el salmón y desde luego para mí, porque seguro que me hubiera caído y hecho el ridículo, llenando mis vadeadores de agua, el caso es que apareció mi ángel bueno: ¿Estas tonto, para que quieres tú un salmón robado, si no te lo puedes ni comer que estás de hotel?, ¡Valla un deportista de mierda!...Lentamente reaccioné y guardé el cuchillo, les eché una última mirada a aquellos bellos salmones y me marché, de nuevo chapoteando hacia el coche. Feliz con haber vivido esa experiencia y con haber vadeado ese río de nombre exótico y visto de tan cerca estos peces fabulosos, resignado con seguir siendo un buen pescador que muchas veces no pesca nada :wub: .

FIN. Septiembre 2004

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