Historias de pescadores *2*
Aquella mañana se levantó calurosa, se sentía en cada poro de nuestra piel que se iba a vivir el momento de calor que había inundado todo las últimas jornadas.
Con una energía instintiva nuestro cuerpo se activó sin pensar en nada más que en la jornada de pesca que nos esperaba, eramos tres los inseparables compañeros prestos a estar donde se debía estar en el momento oportuno hacía años que la experiencia nos había brindado su fruto, cualquier circunstancia pasó a segundo plano, ese día nada nos podía alejar de nuestro proyecto pesquero, el cuál solo suponíamos con optimismo lo que iba a ser.
Hilos gruesos, boyas demasiado grandes para cualquier tipo de pesca menos la de los grandes depredadores... Sin saber que el mayor depredador eramos nosotros mismos.
Nos esperaba una intensa jornada de pesca, àrduo camino hasta llegar a ese lugar que aún solo se podía deducir en la pantalla de google heart.
Nada nos hubiese detenido ese día, sabíamos que al llegar al lugar inóspito elegido por su dificultad, solo seríamos nosotros y los peces que en aquel momento hubiesen tenido la desdicha de rondar por la zona en busca de alguna presa, por circunstancias se había girado el ciclo vital y ellos eran esta vez la posible captura.
El primer tramo en coche fue salpicado por numerosas rocas desprendidas de aquellos precipicios inestables, un camino de 40 km se convirtió en un trayecto de más de dos horas, más, el silencio salpicado por historias pasadas y narradas con pasión por los que las vivieron, amenizó el largo trayecto de ida.
Pasaban piedras desgarradas desterradas de su lugar de origen, pacientemente y sin resignación las retirábamos de nuestro recorrido, para que en la posible vuelta nocturna no nos diese sorpresas, árboles que nadie sabía cuanto llevaban allí, paisajes que no dejaban ser dominados fácilmente sin sudor, todo aquello pasaba ante nuestros ojos mientras tintineaba de fondo, casi en nuestro subconsciente una de las grandes cucharilla que habíamos dispuesto en esa ocasión, su sonido vibraba en nuestros corazones y agitaba nuestro instinto, nuestro primer contacto visual con el agua inundó de fantasías nuestros pensamientos, se hizo el silencio, con una mirada fija y firme nos hicimos dueños del mundo, del que era nuestro mundo en ese momento, solo existía nuestra pasión por la pesca y su posibilidad presente y muy real de vivir momentos que no olvidaríamos jamás.
Dejemos el coche demasiado lejos para la comodidad de quien no quiere sufrir, Iniciemos el descenso provisto de aparejos para aclarar el camino, esta vez nos habíamos propuesto llegar a un lugar inaccesible a primera vista y prohibido por agua, no encontrábamos en uno de los embalses más grandes de España, donde las leyendas locales hablaban de enormes especímenes de diversas especies que enturbiaban el agua a su paso haciéndose el silencio entre la fauna del lugar, ese era nuestro sueño tocar uno de ellos, para devolverlo seguidamente a su medio.
Provistos de ropa recia con la cual no se desgarraba nuestra piel con las muchas zarzas y espinos que encontrábamos por la senda, íbamos avanzando metro a metro el sudor salado recorría nuestro rostro, ahora tu abres camino, ahora yo, solo una dirección adelante adelante, los insectos pululaban nuestra piel, nadie se quejaba, ya sabíamos del lugar pero cada vez el reflejo del agua se hacía más intenso y cegador, rozaba el medio día cuando lleguemos a la orilla de aquel lugar discreto.
Todo estaba con ese desorden natural que tiene la naturaleza, busquemos un lugar apropiado para representar el impulso milenario llamado pesca, nuestras cañas relucían al sol armas del pescador, lanzas de corazón poderoso, prestas a doblarse hasta su final, eran esas el centro del principio de cualquier emoción.
Al llegar, las huellas dejadas por los animales de la zona nos indicaban lo poco frecuentado por personas, una orquesta animal se detuvo al sentir el más mínimo murmullo,extraños en nuestra tierra, ese era el primer aviso a su mundo de que algo extraño había invadido su fragmento existencial.
Poco a poco y a base de movimientos lentos y callados la armonia volvió a coger vida y presencia, nos vimos pronto gratamente abrumados de nuevo por el estado natural de aquella parte del mundo.
Después de despejar el terreno de obstáculos que pudiesen molestar para cobrar la pieza, la parcela pasó a ser nuestro centro de batalla, lancemos las primeras boyas, a una profundidad de dos metros,tres y cinco con diferentes cebos entre ellos algún alburno vivo que habíamos pescado de antemano.
Nos sentemos aguardando sentir el tintineo del cascabel que marcaría el principio de cualquier emoción límite dentro de nuestra vivencia
Tendidos cada uno en su sitio elegido disfrutábamos de los sonidos que nos brindaba la madre naturaleza, a la espera de cualquier vibración en nuestras varas
Así se sucedieron los primeros minutos de pesca...
Sobrellevábamos cada uno el hastío de aquel que espera que cambie su suerte, abstraídos cada uno en sus reflexiones cuando de pronto nos sobrecogió un leve sonido metálico que inundo aquel rincón del embalse, el cascabel conquistó el canto de las aves y el chapoteo lejano de los basses que mosqueaban, empezó a sonar de manera convulsiva y alocada no queriendo parar hasta que la rápida mano del pescador lo quitó de la puntera de la que ahora era la caña que culminaba nuestras esperanzas.
Al primer tirón supimos al verse doblar toda la vara que algo había al otro lado del sedal que luchaba por no ser desplazado de su medio sin mostrar una resistencia que solo exiben los depredadores que se creen ser amos y señores del lugar donde habitan.
Pasaron unos tensos minutos en lo que todo pasó a un segundo plano, el hilo se liberaba soltando demasiados metros, la presa sabía donde dirigirse y no era otro sitio que hacia el recodo del final, donde las numerosas ramas que servía de obstáculos dejados por la naturaleza le darían la cobertura para poder romper la resistencia del hilo de 0´40 que habíamos dispuesto para esa ocasión, la posible captura conocía a la perfección su radio, estaba preparado para establecer combate allí donde había encontrado el suficiente alimento, nada de aquello había sido elegido de forma aleatoria.
A medida que el hilo señalaba la dirección elegida de huida por el pez el silencio se habría paso ante el, los demás peces como si supieran de la apoteósica lucha permanecían inquietos e inexistentes como permaneciendo como testigos esos tensos instantes.
Al ver el posible desalentador final probemos de tensar un poco el freno, más nada servía para detener la desenfrenada carrera que protagonizaba aquel pez que aún no habíamos podido dislunbrar, más su potencia y fuerza había tensado los brazos de aquel que no se rendiría jamás a sus envites.
Antes de lo esperado acabó ese combate cuando después de unos segundos de rondar por las ramas, el hilo quedó obstruido de una manera imposible sonado una tensión que dejo destensada la línea y sin vida anunciando así que la presa había salido victoriosa esta vez.
Todo servía de experiencia, aquello nos alumbraba el camino a seguir, aunque estábamos frustrados por el primer contacto con aquellos moradores que allí habitaban, habíamos aprendido la lección, cambiemos las bobinas por otras de hilo más grueso, los boilies quedaron olvidados en la bolsas junto con el maíz, esta vez íbamos a mostrar de señuelo lo que comía aquellos depredadores, dispusimos un alburno vivo con dos anzuelos uno en lomo y otro en el labio asegurando que la pieza cebo estuviese viva y que el pinchazo no dañase la energía que tenia que servir de reclamo a aquel pez que no sabía lo que iba a ocurrir en las siguiente horas, nos dispusimos a lanzar las cañas a la dirección opuesta de donde habíamos perdido nuestro primer trofeo, la espera comenzó de nuevo, nuestro corazones aún latían acelerados cuando volvimos a la paciencia que siempre está presente entre los que habitan nuestra pasión.
De una manera súbita y amenazante empezaron a llegar por el horizonte del Este unos nubarrones negros, los cuales recordaban las tormentas de verano que agradablemente refrescaban el ambiente, alejaba los mosquitos y deparaban una noche fresca, todo ello de agradecer, aunque siendo realistas también acarreaba trabajo y tareas extras, para que nada del equipo que llevábamos se estropease con lo que se nos avecinaba, este presagio de lluvia no enturbiaba nuestros planes inmediatos, todos sabíamos que el cambio barométrico traía consigo unas alteraciones en la actividad de los peces y no forzosamente podía deparar ausencia de dinamismo en la alimentación de los peces, en más de una ocasión nos habíamos animado unos a los otros recordando aquella frase de antaño y que siempre había compartido las malas jornadas de pesca y borrascas..." Cielo malo, pesca buena ", la lluvia en un clima cálido como el que estábamos oxigenaba el agua y hacia el cebo mas atractivo y oloroso para los peces que buscábamos.
Guiados por la predisposición de quién estaba allí por placer, cada uno de nosotros empecemos metódicamente a meter todos los enseres proclives a quedar inutilizados en bolsas herméticas, las cuáles ya formaban parte desde siempre de nuestro equipo básico de pesca, incluimos esta vez toda nuestra ropa, quedándonos en bañador y así...Esperemos la llegada de la tormenta veraniega, no antes sin dejar todas las cañas a un palmo del suelo para evitar en lo máximo, la posible carga eléctrica que trajese consigo el chaparrón.
En menos de veinte minutos empezaron a caer las primeras gotas, grandes como monedas de cincuenta céntimos, las cañas en todo momento permanecieron lanzadas al fondo turbio en donde habitaban las presas que ansiábamos tocar y que vivirían de maneras muy diferentes el curso climatològico que teníamos ya encima.
Refugiados debajo de un gran castaño que allí crecía desde antes del mismo embalse y al que jamás le había llegado el nivel del pantano admirábamos el envite de la tormenta, el potencial de aquel momento aguoso, había momentos en que parecía que en vez de llover de arriba abajo lo hiciese al revés, el agua salpicaba ruidosamente, los pájaros hacía rato que estaban ausentes ya sabían mucho antes que nosotros que el escenario iba a cambiar, en medio de aquel aguacero, los black bass como desafiando cualquier circunstancia empezaron a mostrar toda su fuerza fuera del agua, mostrando sus brillantes y potentes cuerpos, los insectos que no habían podido refugiarse debajo de las hojas y agujeros deambulaban desorientados en busca de cobijo seguro pero caían una y otra vez en las fauces de los que aprovechaban la circunstancia brindada por la naturaleza, el festín estaba dispuesto y en ese preciso momento cobraron vida nuestras varas de spinning, la ausencia de carga eléctrica reafirmo nuestras ansias una y otra vez el rapala de colores vivos en medio de la tormenta rasgaba la superficie del agua dejando una V con cada lanzada a cada momento esperábamos el tirón del pez enganchado que tardaba en llegar, no tardó mucho en caer el primero, el agua impedía poder fotografiarlo y dejar constancia de aquella captura para orgullo de los que ahora estaban en casa menos cómodos que nosotros, pero cada captura que se sucedía era una dosis de emoción y felicidad que inundaba nuestro ser.
Acabemos todos tocando escama en medio de aquel aguacero, chorreando como si nos hubiésemos bañado nada nos contrariaba, goteaba por todo nuestro cuerpo aquella agua cálida caída bendición de agosto que nos había regalado, sin darnos cuenta y en medio de la tensión de vatir nuestro propio record de peso empezaron a abrirse claros en medio de aquel cielo empedrado y de la misma manera que vino la tormenta se fue, dejando una calma absoluta en aquel paraje alejado de todo.
Las cañas que teníamos a fondo en ningún momento durante la tormenta dieron muestras de actividad habiendo cesado la intensa lluvia los pájaros sin miramientos empezaron de nuevo su personal corte los grillos tardaron más, pareció como si el agua caída hubiese reforzado toda la vida que allí existía, progresivamente dejó de llover, nos dispusimos a recogerlas para ver como estaban los cebos, atrás quedaban 5 piezas de perca americana, la más grande a ojo de pescador rozaría el kilo y medio, todas volvían a estar de nuevo en sus recodos, tal vez ahuyentadas por el suceso de haber sido por una vez, presas de alguien más poderosos que ellas.
Pero las grandes presas a las cuales habíamos ido a visitar aún se hacían esperar, en nuestros pensamientos permanecía su presencia, el famoso siluro y la austera y nocturna anguila, de la cuál hablaban de pesos poco frecuentes, tal vez con la llegada de la noche, haría acto de presencia esos reyes en su medio...
Llegó la hora de la cena, con todo mojado, nos arriesguemos a hacer un pequeño fuego entre piedras que habíamos reunido de alrededor, los bocadillos envueltos en papel de plata estaban mucho mejor después de dejarlos unos instantes en el fuego, a eso se sumaba que cualquier alimento tenía la particularidad de estar sabroso en aquellos lares.
Durante un rato recogimos todas las cañas y nos olvidemos de la pesca y sus trofeos, estábamos sumergidos en las carreras de las últimas presas, por una vez cada uno de los que habíamos llegado hasta aquel recodo habíamos tenido nuestro momento de gloria creando así un vínculo arraigado en la felicidad.
A la hora de la cena todos teníamos algun detalle que aportar, uno trajo olivas, el otro guindillas que retaban a su injesta, el último traía algúna fruta confitada, aquello era impensable donde estábamos y sentaba de maravilla, más con el fresco que nos trajo la tormenta.
Era crepúsculo cuando volvimos a lanzar nuestros cebos y señuelos, entre ellos trozos grandes de hígado de ave pasada de tres días, para la anguila, boniato y como no, cebos vivos que anzuelábamos con sumo cuidado.
De las seis, tres cañas iban con boya luminosa, a varios metros de profundidad su cebo esperábamos incitara a los reyes que deambulan por la zona, los starlites se mecían plácidamente a la espera de perderse en las profundidades, parecían estrellas caídas con un color de aires personales, cada uno de nosotros teníamos un color, rojo, verde, naranja, mostraba su dueño y el tipo de cebo que llevaba, la preparación era esencial en aquel lugar de picadas salvajes.
Una y oitra vez el cangrejo americano… Esa especie invasiva devoraba con agilidad codiciosa el cebo dispuesto para la anguila, saquemos alguno al quedar clavado en el anzuelo triple que montábamos, esa era nuestra guerra aquel día, acabemos poniendo su cola fresca de cebo y el resultado fue canibalismo entre la misma especie.
La anguila al ser una especie de fondo nada podíamos hacer con el montaje de boya, pero al licrar de manera consistente el cebo nos dió 15 minutos más de aguante útil.
Pasaron las primeras horas sin actividad aprovechemos para revivar el fuego en un entorno mojado y seguro, allí pusimos nuestros bocadillos una vez más y cálidos entraron de maravilla, de súbito sonó uno de los detectores que cojían el hilo con un sonido que acalló a los buhos activo nuestro instinto, había entrado a fondo con pez vivo, los tirones eran fuertes y seguidos, la presa luchaba por soltarse, todo pasó en un instante, el salabre estaba preparado e la misma orilla, a medida que se acercaba la presa alumbrábamos con la mínima potencia el agua para adivinar de que especie se trataba, una forma languiforme y ondulosa nos adivinó lo que venía, era un anguila que se calculaba superior a los tres kilos, se acercaba y de golpe se alejaba, así estuvimos lo que nos pareció una eternidad, hasta que ya la teníamos a las puertas de meterla dentro del salabre y al final con sufrimiento la pudimos meter dentro, se retorcía de mil manera dentro de la red, no sabíamos como cogerla, dado que es un animal extremamente escurridizo, era imposible apresarla de manera normal.
Dejemos que se cansase que no tardó mucho después de la carrera que nos había dado, cuando ya inmóbil la pudimos observar vimos su preciosa librea que al tocarla era carne dura que transmitía energía por todo su serpenteante cuerpo, esa iba a ser la pieza elegida para amenizar nuestra mesa al día siguiente y así celebrar aquellas jornadas de pesca.
El resto de la noche no dio más sorpresas mayúsculas, tan solo alguna carpa pasada del kilo que fue devuelta al agua de nuevo, los mosquitos ahuyentado por la humedad nos dejaron vivir en paz con aquel puro medio en el que convivimos aquellas maravillosas horas, nadie quiso dormir aquella noche, en cada minuto podía ocurrir cualquier cosa, habíamos de estar preparados, ya dormiríamos los días venideros.
La noche dio paso al día con aquella pereza que parece que nunca va a dominar del todo, pero al fin el sol volvió a ser astro rey en lo más alto, con ello empecemos a recoger tranquilamente como si quisiéramos que aquello no acabase nunca, la última caña era la última oportunidad, satisfechos por nuestras capturas y por el tiempo que nos había deparado la pesca, acercándonos sin celeridad de nuevo al calor y el estrés que dominaban nuestras vidas cotidianas.
Nos alejábamos del embalse, una vez más satisfechos por haber pasado unas horas en nuestro elegido paraíso particular, haciendo conjeturas de cómo podría ser la próxima salida, todos sabíamos a que destinaríamos nuestro próximo tiempo libre, esperado oasis.
Pero eso ya es otra historia diferente en cada rasgo y parecida en muchos detalles, ese ya sería otro tiempo en el que de nuevo nos olvidaríamos de todo para ser los reyes supremos de nuestras existencias, de ser los depredadores bondadosos que solo mataban lo que se iban a comer, como hicieron muchos otros, desde el principio de la humanidad.
FIN
N.A. :
Escrito en exclusiva para Pescameterráneo2 entre los meses de Agosto y Septiembre de 2013, el relato se basa en una historía real que ocurrió hace años.
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